El horizonte se veía distorsionado por el calor, como si el aire y el sol se hubieran fundido en brillos acuosos que convertían el paisaje en un elemento inestable al ojo humano. Aunque aún no era mediodía, en aquella parte del desierto de Tonkul, ya se sufrían los 48 grados que no dejarían de golpear sus gastadas piedras hasta que anocheciera.
La puerta de la camioneta que encabezaba la caravana se cerró con un portazo y el vehículo se puso en marcha. Un momento después los 12 vehículos que le seguían le imitaron.
El hombre que se acababa de subir se secaba el sudor de la frente con un pañuelo repugnante mientras dirigía hacia su cara el aire acondicionado de la camioneta. Dejó caer suavemente la cabeza sobre el respaldo y respiró hondo intentando calmarse.
Estaba furioso. Se frotó las manos que aún le dolían después de haber tratado de persuadir a aquel hombre para que hablara. Pero nada. Ni una palabra. Y lo peor es que no podía hacerle demasiado daño porque en la capital, Kush, le querían vivo y entero. Masculló una maldición y golpeó su puerta con el puño. Si tan sólo pudiera saber quién era el tipo al que habían cogido seguro que podría arreglárselas de alguna manera para granjearse un ascenso.
Ser soldado del ingente ejército tonkuliano no era fácil, y ser oficial aún menos.
Aquella misión había sido muy cuidadosa, muy planeada, muy preocupada en que pareciera una incursión “normal”. Lo suficiente como para que aquel sargento que miraba con ojos secos al ardiente horizonte se diera cuenta.
Para el ejército del enorme país sureño, Tonkul, una incursión normal consistía en elegir un punto, congregar hombres y armamento y atacar uno o dos puntos fronterizos de los países colindantes para saquearlos. Sólo así podían subsistir. Tan poderosos en fuerza bruta y tan débiles en todo lo demás. Tonkul sucumbía a su propio orgullo. La sociedad tonkuliana estaba dividida en dos clases de personas: los militares, que servían a la patria y nacían con un arma bajo el brazo, y los demás, todas aquellas personas que por una u otra razón no eran aptos para cargar con una escopeta y, por supuesto, los yarks. Ese segundo grupo, normalmente, acababa muerto o desterrado, mientras que el primero, se dedicaba única y exclusivamente a ensalzar su país y atacar las fronteras para vivir porque, siendo guerreros, ¿cómo iban a humillarse a trabajar la tierra con sus manos y procurarse sustento? Así que para comer, robaban. Si no fuera por su colonia, la enorme y rica isla de Kadondor, el hambre azotaría aquellas tierras como un espectro.
Y aquella noche habían robado mucho más que alimentos. Maquinaria, software, hardware, vehículos, documentación y a aquel hombre.
El sargento, más tranquilo tras un rato mecido por los traqueteos de la camioneta y el frescor del aire acondicionado, pensó en el tipo que tenían atado y amordazado en la furgoneta que les seguía. No parecía especial en nada. Simplemente era un hombre entrado en la cincuentena, miope y que tenía la desgracia de trabajar en la base de investigación científico-militar de Nerhu, al sur de Jathan y muy cerca de la frontera con Tonkul. No tenía ni idea de qué era lo que querían los Generales de él, pero debía ser importante. El sargento frunció el ceño y apretó un puño casi inconscientemente. Había perdido muchos hombres en el asalto a esa base. Todas las instituciones científicas jathanas eran búnkeres guardados celosamente por el certero ejército del país vecino. Y no sólo había perdido hombres; también un par de vehículos rápidos y con artillería ligera se habían ido al garete. Aquello sí que le costaría una buena bronca en la capital.
Por eso había tratado de sacarle algo al científico que, para su desgracia, no tenía ni idea de hablar tonkuliano. Había intentado preguntarle en gedeus, la lengua común de Helimde, pero apenas había conseguido formular la pregunta, la contestación rápida y fluida en un gedeus perfecto del científico le había dejado tan confuso como lo habría hecho si le hubiera contestado en jathano. Furioso, la había emprendido a golpes con él sabiendo, para su inmensa frustración, que no conseguiría nada en limpio de todo aquello.
Aún tardarían varios días en llegar Kush y él podía ser paciente.
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Quizá fuera el terror o la ominosa sensación de que algo hermético se cerraba sobre su cabeza, pero el Doctor Teorör Thanen apenas podía evitar el temblor de todo su cuerpo a medida que sus propios pies le conducían hacia una puerta al final de aquel pasillo subterráneo, fresco y mal iluminado. Un par de soldados de enormes proporciones le bloqueaban la salida. Si no estuviera tan asustado se hubiera ofendido. No era ningún cobarde. No huiría de lo que fuera que le aguardaba. Un jathano no huía. Jamás.
La puerta se abrió a unos dos metros de él mientras seguía caminando. Entró y acto seguido la puerta volvió a cerrarse tras él con suavidad. La sala en la que se encontraba era grande, espaciosa, espartana, pero con estilo. La mesa semicircular instalada en una tarima que parecía completar el círculo estaba ocupada por cuatro hombres uniformados. Uno de ellos, el que parecía ocupar el asiento presidencial, se incorporó y con un gesto cortés le indicó que se sentara. Thanen frunció el ceño. Si hubiera sido por él no hubiera aceptado nunca, pero sus piernas iban a dejarle caer en breve y eso no podría soportarlo. Se sentó.
El militar que seguía de pie sonrió y se volvió a sentar.
Thanen, más seguro de sí, se dedico a mirar a los cuatro individuos que tenía delante. Sabía muy bien quiénes eran. No les había visto jamás, pero cualquier persona en todo aquel continente conocía el nombre de la cúpula de Gobierno de Tonkul: Los 4 Generales.
-Buenos días, Doctor Thanen.- dijo con voz profunda y sonora el hombre que le había indicado que le sentara. El fuerte acento tonkuliano impreso en su gedeus le delataba, pero su tono era el del que no le importa en absoluto no pronunciar bien si logra hacer entender a su interlocutor. Sin esperar a que el doctor jathano respondiera continuó.- Supongo que sabrá ante quienes está ahora mismo, pero dado a que no somos muy amigos de los medios de comunicación nos presentaré. El General Galz Mour, el General Mandu Peioc, el General Areste Kainu y yo mismo, Marth Vollen, General en Jefe del glorioso estado de Tonkul y Sus Colonias.
Por fin el hombre le dio tiempo para responder, pero el “Buenos días” le salió ahogado por el odio y el temor. Thanen apretó los puños y volvió a sumirse en el silencio.
-Se le ha convocado para hacerle saber que va a iniciar una nueva etapa en sus investigaciones. Hemos seguido muy de cerca sus progresos con el turdón y pensamos que se debería dar un nuevo giro a sus estudios. Le aseguro que vamos a poner a su disposición cuanto precise, Doctor: material, personal, información…
-¿Qué tipo de giro?- interrumpió el doctor con voz tensa.
-Ah, amigo mío, se lo puede imaginar.- dijo el general Marth Vollen con una sonrisa y una mirada cómplice al hombre que estaba sentado a su lado, el General Mour, que también sonrió.- Es evidente. En primer lugar nos gustaría que su teoría se convirtiera en práctica y, en segundo lugar, que esa práctica tuviera una aplicación militar.
Thanen asintió para sí. Sus sospechas se confirmaban.
-¿Y si me negara? – replicó valientemente.
-Sería eliminado y su puesto reemplazado, por supuesto. Nadie es indispensable. Aunque usted es el mayor experto en la materia no es el único. En todo caso nuestra oferta es difícil de rechazar.
-Lo dudo.
-¿En serio? Déjeme mostrarle nuestros argumentos.
Vollen sonrió de nuevo y pulsó un teclado oculto en la mesa. Desde su silla, Thanen pudo ver cómo se elevaba una pantalla holográfica semitransparente frente al general. El hombre volvió a teclear y señaló con el dedo varios puntos en la pantalla holográfica. Después volvió la vista al doctor.
-Observe, por favor.
A su derecha apareció una pantalla gigante con una imagen que le dejó lívido y a punto estuvo de quitarle la respiración. La imagen del planeta Mûmm, “su planeta”, brillaba fulgurante en el negro profundo del espacio. La imagen desapareció y se enfocó en el mega continente de Helimde. Podía ver la enorme Sierra de las Grandes Torres, los ríos más importantes, la isla de Kadondor… La imagen volvió a desaparecer para centrarse en lo que parecía Jathan. La imagen se amplió lo suficiente como para distinguir ciudades como puntitos. Una última ampliación mostró una ciudad pequeña en las faldas de las montañas, al este de la capital, Kajlum.
Thanen notó que le sudaban las palmas de las manos y estaba seguro que si las levantaba vería que estaba temblando. ¿Cómo habían conseguido aquella imagen? ¿Qué tipo de instrumento habían creado los tonkulianos para poder tener esa visión tan absoluta del planeta? Era algo que debía estar fuera de la atmósfera, eso era seguro. Nadie había hecho algo así jamás. ¿Cómo lo habrían puesto en órbita? Lo poco que él sabía acerca de esos aparatos era algunos ensayos muy teóricos y poco serios sobre la posibilidad de viajes fuera del planeta, pero… Tonkul ya lo había hecho. Y más allá de todo eso… ¿qué podían hacer con él? Desde luego podían observar a una distancia ridícula los quehaceres de todo el continente. ¡Era el método de espionaje perfecto! Y ninguno de los otros cuatro países lo conocían. No podrían sospechar jamás. De pronto los estudios de su amigo Deran Hitzen y su algoritmo para permitir una órbita geoestacionaria brillaron en su mente como una hoguera. Habían sido ellos los que le habían destrozado el cerebro; habían sido los tonkulianos quienes habían asesinado a aquel colega en su bañera. Y ahora le habían secuestrado a él para hacer de sus investigaciones una aplicación militar.
Thanen se estremeció en su silla pensando en lo que podía pasar. Aquella gente estaba completamente enajenada. Algo como el poder energético del turdón era demasiado peligroso como para ponerlo al servicio de la guerra. ¡Además, sus investigaciones estaban orientadas a un campo absolutamente diferente!
Un movimiento en la pantalla le hizo devolver su atención a la ciudad jathana. Se movía rápido y era pequeño, aunque… No era un objeto sólo, era un grupo bastante numeroso de… ¡misiles! Thanen se incorporó de un salto y empezó a negar con la cabeza a medida que los misiles se dirigían a la ciudad, acercándose cada vez más, y más…
-¡Noooo!- gritó el hombre cuando la ciudad se convirtió en una bola de fuego. Los ojos se le empañaron de lágrimas cuando el humo negro ocultó las ruinas. Entonces la imagen se fue ampliando hasta que el planeta, azul y blanco, volvió a brillar ante sus ojos.
-No somos nadie, ¿verdad?- dijo Vollen cínico.- Fíjese: a esta distancia… ¡no ha pasado nada!
-¡Maldito asesino!- rugió el doctor fuera de sí.- ¡Eran miles de personas inocentes! ¿Cree que Jathan se va a quedar de brazos cruzados después de esto? ¿Está dispuesto a tener al mejor ejército de Helimde detrás de usted? ¡A mí puede matarme! ¡No me importa! Pero toda esa gente, maníaco degenerado, toda esa… esa gente…
La voz se le quebró en un sollozo quedo que escondió dándose la vuelta. Esa era la manera de convencer que tenían los tonkulianos. ¿Y si se volvía a negar? ¿Destrozarían otra ciudad? Deseaba que le mataran y así terminar con todo, pero supo que no lo harían, que a pesar de la bravuconada era imprescindible para ellos. Bajó al final la mirada apesadumbrado y un par de lágrimas, las últimas, escaparon de sus ojos antes de volverse a la mesa semicircular y a los 4 Generales que le observaban en silencio.
-¿Le parece suficientemente persuasivo, Doctor?- preguntó al final Vollen.
Thanen no respondió. Sólo inclinó un poco la cabeza y apretó los puños a ambos lados de su cuerpo. No le quedaba otra opción. Debía colaborar. Sabía que en cuanto dejaran de necesitarle le matarían. La idea de ayudar a una gente así le repugnaba, le resultaba de lo más repulsiva, pero visto lo visto no tenía alternativa. Si hubiera algo, lo más mínimo que pudiera hacer para que no se salieran con la suya… lo haría.
-Sí, General.
2 comentarios:
Hey Bea! Me encanta que lo hayas colgado!! Por cierto, es la historia definitiva no? Me refiero a que has colgado la segunda versión, porque yo me quedé en la primera..XP
Phyx
Sí, esta es la refinitiva ^_^ .
Gracias por pasarte por aquí!!
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